EL CALCETÍN ROJO y otros cuentos

EL CALCETÍN ROJO es el primero de los relatos que algunos participantes en mis tertulias-taller escritura se animaron a escribir; sin ánimo de ganar fama, pero con buena dosis de interés literario y, en algunos, con cierta calidad. Loli Garcés abre la página con este minicuento que narra una bella historia de amor. Los otros autores son Marja Schermacher, Marianne von Troil, Pablo Lobo, Papa Costa, José Montaner, José Bolinches.

Textos de alumnos

Si te interesa organizar tertulias literarias o talleres de escritura creativa, mira esto:

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EL CALCETÍN ROJO. Loli Garcés

María había puesto la lavadora y se había olvidado de ella.
Mientras arreglaba la casa encontró un calcetín. Empezó a buscar la pareja por todos los cajones, pero no lo encontró. La lavadora seguía su curso. Y dentro estaba él, el calcetín rojo dando vueltas, medio mareado, terriblemente mojado, buscando desesperadamente a su compañero.

-¿Dónde se habrá metido? A ver si hay suerte y en una de estas vueltas nos encontramos y podemos estar juntos como siempre. Yo, sin él, no puedo existir. Nadie quiere un calcetín huérfano.

La lavadora siguió dando vueltas y él, cada vez más desesperado, no alcanzaba a ver a su compañero; el detergente lo cegaba y no conseguía ver con claridad.

-¿Qué le habrá pasado? -Se preguntaba el calcetín. –Quizá se haya quedado rezagado. ¡Cómo es tan lento! Y aquí estoy yo…más solo que la una. ¡Como no lo encuentre aquí… no le hablo más! ¡Ay! Ojalá pare pronto este artefacto porque voy a salir de aquí borracho perdido. ¡Qué manera de dar vueltas! Ya podrían inventar otra forma de hacer la colada, más sosegada, sin tanto meneo. Y ahora esto se pone a toda pastilla. Será el centrifugado. Espero que no dure mucho, porque de aquí no salgo vivo.

Durante todo ese tiempo María había buscado en vano el calcetín. De repente oyó el ruido de la lavadora y pensó que ya había acabado. Dejó que parase, empezó a sacar la ropa y… ¡allí estaba el calcetín, arrugado, extenuado, medio muerto!

Él vio que María llevaba en su mano a su pareja. Cuando ella los juntó, el mareado calcetín tuvo tanta alegría que se olvidó de que antes había decidido no hablarle nunca jamás a su compañero. Se abrazó a su amigo y no volvieron a separarse.

EL CALCETÍN DE SAN NICOLÁS. Marja Schermacher

La narradora de este texto, Marja Schermacher, es holandesa y una admiradora de la literatura española. No es muy aficionada a escribir, pero se atrevió a probar con este relato y, la verdad, no le quedó nada mal.

EL CALCETÍN DE SAN NICOLÁS

Lleva una hora buscando el calcetín rojo. Y después de otra hora más está completamente agotado.

-No puedo ir a Holanda para celebrar la fiesta de San Nicolás el 5 de diciembre. Todos los niños me preguntarán por qué no llevo puestos mis tradicionales calcetines rojos con borlas blancas -dijo el viejo San Nicolás.

Sus criados no saben qué hacer. El “Pedro” encargado de hacer la colada está en un rincón del salón, escondido, temblando, con miedo. Se siente culpable. Quizá pierda su trabajo y lo envíen al huerto a trabajar y a él no le gustaba trabajar fuera.

Todos los “Pedros” buscan como locos por todos los rincones del gran palacio de San Nicolás en Madrid. ¡Hay más de setecientas habitaciones, más unas cien para los criados!

El “Pedro” encargado de los regalos para los niños encuentra un calcetín rojo entre los paquetes. ¡Viva, viva! Pero lleva una borla verde. No es el correcto.

El “Pedro” del correo, que recibe todos las cartas de los niños; encuentra un calcetín con una borla roja. ¡Viva, viva! Pero no es rojo, es blanco. Tampoco es el correcto.

Antes de continuar convienen aclarar que San Nicolás es un gran amante de todos los animales, pero con tantos regalos con chocolate y ricos dulces es necesario que en el palacio haya unos cuantos gatos para controlar a los golosos ratones. Hay unos 15 gatos y siempre alguna gata embarazada. Estas “casi mamás” preparan con amor un nido para sus crías. Y… ¿qué hay más suave y blando que un calcetín recién lavado y perfumado?

El “Pedro” de las mascotas oye el débil maullido de unos gatitos recién nacidos; se asoma y, atónito, ve en el fondo de la cestita un calcetín rojo con una borla blanca. ¡Viva, viva!

Por fin, San Nicolás puede salir para Holanda perfectamente vestido.

”MUMIN”, LA AVENTURA. Marianne von Troil

Un cuento infantil (para niños muy pequeños) escrito por Marianne von Troil. Con un tesoro y un valiente Mumin que no teme a nada.

”MUMIN”, LA AVENTURA

Un día Mumin le preguntó a su amiga Lisa si le gustaría hacer una excursión en barco a la isla encantada.

Ella exclamó:

-¡Claro que sí, qué buena idea! Vamos a decírselo a mamá Mumin y a papá Mumin. También se lo diremos a la pequeña My por si le apetece venir con nosotros.

A mamá Mumin le pareció estupendo y se puso enseguida a preparar la cesta con los bocadillos, las bebidas, la fruta y todo lo demás que les haría falta para la excursión.

Papá Mumin se quedó encantado y le preguntó a Mumin:

-¿Qué sombrero me pongo, la gorra de capitán o la chistera? Creo que la chistera va mejor para esta aventura.

Luego se dirigió hacia su almacén para coger los salvavidas, elegir sus cañas de pescar y sacar los sacos de dormir.

La pequeña My (que siempre andaba un poco enfadada) dijo:

-¡Qué aburrido!, pero mejor me apunto por si ocurre algo.
Lisa se fue a su habitación para preparar su vestimenta y le preguntó a Mumin:

-¿Cuál de estos vestidos te parece mejor para la excursión, el rosa o el blanco con lunares?.

A Mumin le parecieron bonitos los dos pero dijo:

– Quizás el rosa me guste más.

Así que Lisa se puso el vestido rosa y luego empezó a llenar su bolso de viaje con lo más necesario: cepillo, peine, un collar, un espejo, cepillo de dientes y dentífrico. ¡Ah! y unos zapatos de color rosa.

Todos estos preparativos tomaron tanto tiempo que la pequeña My dijo:

-Ya se está haciendo de noche, así que no vamos a poder salir de excursión.

Todos miraron por la ventana y la verdad es que ya era de noche. Pero mamá Mumin dijo:

-No importa, vamos a hacer una excursión nocturna, mucho más divertida.

Bajaron al pequeño muelle frente a su casa y empezaron a llenar su barquito con todo el equipaje. Una vez todo listo papá Mumin soltó las amarras y salieron con la vela moviéndose lentamente con la brisa de la noche. Después de un rato Lisa exclamó:

-¡Mirad, hay un tesoro en el fondo del mar!.

Todos miraron hacia donde ella apuntaba y la pequeña My dijo:

-¡Qué tonta eres, si solo es la luna que ha salido y que se refleja en el agua!.

Mumin vio la cara de tristeza que se le puso a Lisa y dijo:

-Solo sabremos si es un tesoro si lo averiguamos.

Y se lanzó de cabeza al agua oscura y bajó, bajó y bajó hasta llegar al fondo.

Mamá Mumin dijo:

-Espero que no se enfríe, el agua en agosto está bastante fría.

Papá Mumin echó el agua una cuerda y un salvavidas por si había que recatar a Mumin. Lisa juntó las manos y dijo:

-¡Qué valiente es Mumin… y lo hace por mí!

Mumin llegó hasta el fondo y vio algo que brillaba detrás de una roca. Se acercó y era… ¡el tesoro de Lisa!

Cuando Mumin por fin salió a la superficie todos dieron un suspiro de alivio y sus ojos se abrieron asombrados al ver lo que Mumin había encontrado: ¡una enorme perla que brillaba como la luna!

Todos recordaron esta aventura de la excursión nocturna y el tesoro.

¿TUVE UN SUEÑO? Pablo Lobo

Narración que resultó de la mano de Pablo Lobo a partir de un ejercicio de creación literaria en el que el alumno debía escribir un texto a partir de un sueño propio.

¿TUVE UN SUEÑO?

El frío se pegaba a mi ropa húmeda y me provocaba fuertes temblores.

Me había salido de la carretera, había caído con mi coche al agua y con mucho esfuerzo había logrado salir totalmente aturdido y dolorido.  Un reguero de sangre caliente resbalaba por mi frente cegándome los ojos y dejándome un dulzón sabor en la boca. Notaba un agudo dolor en mi pierna izquierda, que se extendía hasta lo más hondo de mi ser cuando el objeto metálico que tenía clavado en ella rozaba con la tierra, en mi intento de alcanzar la carretera, arrastrándome como podía por el terraplén. Mis fuerzas se desvanecían, pero mi instinto de supervivencia me decía que tenía que seguir.  Mi móvil estaba inutilizado por el agua, era preciso que llegase a la carretera para poder encontrar a alguien que me ayudara. Por fin alcancé la carretera y cuando divisé dos faros que desde la lejanía se acercaban veloces, con un esfuerzo sobrehumano, me puse en medio de los dos carriles moviendo los brazos.

Noté que alguien me cubría con una manta, el motor de un coche y el murmullo de gente hablando. No estaba muerto, fue lo último que pensé antes de desvanecerme.

Una luz atravesaba mis parpados molestándome. Estaba tumbado en algún lugar muy blandito y oía un rítmico pitido. ¿Estaría en el más allá? Abrí los ojos lentamente y vi que estaba en la blanca habitación de algún hospital y el pitido era emitido por un monitor al que estaba unido por unos cables. Marcaba los latidos de mi corazón.

Me notaba pesado y me costaba hacer el más mínimo movimiento. Supuse que serían los efectos de la anestesia. Intenté levantarme, pero un fuerte dolor en la cabeza hizo tumbarme otra vez. Entró una enfermera y anotó en un cuaderno los datos del monitor y antes de salir me dijo:

– Afuera hay alguien que desea verle. ¿Le digo que pase?

Asentí. Entonces apareció ella. En su cara, unas pronunciadas ojeras denotaban una honda preocupación y una noche en vela. El pelo desordenado, sus ojos negros muy tristes y un mohín de culpabilidad, le daban un aspecto de desamparo infantil que me enterneció.

Antes de que yo tuviera el accidente habíamos tenido una gran discusión y yo me había ido de casa preso de ira y rencor irracionales.

Se quedó parada en la puerta, pensando que hacer, pero rápidamente se acercó a la cama y me abrazó. Sus labios se posaron en mi frente y me sonrió. Me alegraba tanto de volver a verla…

El pitido del monitor se aceleró, tanto que parecía un timbre. Era… el despertador.

Todo había sido un sueño, pero tan real… Recordaba la discusión, los gritos, las frases hirientes. Me giré buscando su cara, pero no estaba. La busqué y la vi durmiendo en la habitación de invitados.

La desperté y le conté el sueño. Un gran abrazo y un amoroso beso nos llevó juntos a nuestra cama. Desde aquel momento supe con quien quería estar toda mi vida.

EL REFLEJO. Pablo Lobo

Texto escrito también por Pablo Lobo; una mezcla de cuento tradicional y de terror. El tema: la belleza.

EL REFLEJO

(O lo que sucedió en el país donde no había espejos)

En aquel remoto país, en un tiempo que se pierde en la noche de los siglos, sucedió una enorme tragedia. La única hija del rey, al mirarse en un espejo mientras se peinaba, se encontró tan fea que lo rompió en pedazos y se degolló con uno de ellos. Desde entonces, por orden real, los espejos fueron prohibidos hasta todos los confines del país, pues traían a las almas sucesos desventurados.

En aquella pequeña aldea, la secular prohibición se mantenía a rajatabla, pues con el transcurso de los años, cualquier desventura o calamidad, ya fueran enfermedades, sequías, inundaciones, fuegos o pestes en el ganado, se atribuían al maléfico poder de los espejos. Nadie podía ver su rostro con claridad en un espejo, y el único reflejo era el que devolvía el agua cristalina de un río que discurría por el cercano bosque; decían que ese reflejo mostraba el alma. La gente se acercaba con sigilo a su orilla; hincados de rodillas observaban su reflejo, se tocaban el rostro, tomaban la cristalina agua con sus manos y la dejaban caer en la piel; de esa forma creían limpiar su alma.

La joven caminaba a paso rápido, presa de una intensa emoción, ese mismo día había cumplido 18 años y ya podía ver, por primera vez, su rostro en el río. Ilusionada llegó a la orilla, se arrodilló y observó. Al momento, su nerviosa sonrisa se congeló en su cara y se tornó en una desagradable mueca. El reflejo le había mostrado un rostro poco agraciado, ojos pequeños y hundidos bajo una prominente frente, la nariz demasiado grande y una boca que a nadie apetecería besar, pues sus delgados y blanquecinos labios formaban una fina línea rígida, que parecía una cicatriz.

Impresionada, presa de una gran congoja y conteniendo sus lágrimas, se dirigió hacia una vetusta casa, ubicada a la entrada del bosque, donde vivía una anciana mujer a la que todos consideraban sabia y hechicera.

Entró en la casa y, todavía llorosa, le dijo a la anciana con voz entrecortada:

-Mi alma es impura, la vi en el reflejo del agua.

Un susurro salió de la anciana:

-La medida de la pureza no es la belleza – contestó sin darle importancia

La joven le suplicó que le proporcionara un ritual, un conjuro, una pócima que le permitiera sentirse bien con su reflejo. Ante tanta insistencia la hechicera tomó unas secas hierbas, unas pequeñas semillas, varias raíces y una redonda piedra roja y lo introdujo todo en una olla, que, llena de agua, hervía en el rescoldo de unas brasas, al fondo de la chimenea. En pocos minutos un espeso brebaje estaba listo y la joven crédula y emocionada bebió un gran vaso del mismo.

Hilda, que así se llamaba la joven, salió de la casa y, aunque ya había oscurecido, no pudo controlar la inmensa curiosidad que sentía. Cogió una antorcha y se dirigió al río. Cuando alcanzó la orilla se arrodilló, muy nerviosa, con la esperanza de haber embellecido su alma y poder contemplar un hermoso reflejo. En el río, los rojizos destellos de las llamas de la antorcha se mezclaban con el reflejo de su rostro… que no había cambiado del que contempló por la mañana. Sintió una profunda decepción y aquella visión la atormentaba y le causaba una infinita desesperación. De pronto, reparó en que a su lado aparecía el reflejo de una joven, quizás de su misma edad; tal vez era lo único que tenían en común, pues era hermosa y miraba su reflejo con una sonrisa, satisfecha de su alma.

Al observar esto, Hilda se sintió apoderada por la envidia y un gran odio creció inmediatamente en lo más profundo de su ser, como si un infeccioso virus hubiera invadido sus entrañas. Dio un manotazo al agua, lo que asustó a la joven, quien intentó ofrecer una sonrisa a Hilda pero sin conseguirlo, ya que ésta salió corriendo hacia el cercano bosque.

Escondida tras los árboles, Hilda observaba a la joven que seguía limpiando su alma con el agua cristalina; a cada instante que pasaba una malvada idea iba creciendo en su mente, alimentada por la envidia y el odio.

A la noche siguiente, Hilda, oculta en la espesura del bosque esperó, nerviosa e impaciente, a que la joven volviera al río; efectivamente, apareció con su rubia cabellera y, de rodillas en la orilla del río, cogía agua con sus manos y la vertía por su rostro. Entonces Hilda, acercándose sigilosamente por detrás, con una pesada piedra en las manos, levantó los brazos y asestó, con un violento movimiento, un tremendo golpe en la cabeza de la joven, quien cayó de bruces, muerta en el acto. En ese momento, miró sus manos llenas de sangre y sintió que el odio que le había impulsado a cometer el crimen se había disipado y transformado en una emoción desbordante. Tomó el inerte cuerpo por los pies y lo arrastró al cercano bosque. De entre sus ropas sacó un afilado cuchillo y, entre nerviosas risas, comenzó a efectuar unos profundos cortes alrededor del rostro del cadáver, trazando un óvalo que pasaba por detrás de la frente y bajaba por delante de las orejas hasta la garganta, para después, con el mismo cuchillo, desprender la piel y conseguir una máscara; la sumergió en las cristalinas aguas,  que cuales tomaron unos tintes rojizos que se llevó la corriente, al igual que el cuerpo sin vida que había arrojado al río.

Alegre, llevó la máscara a su casa; le cosió en los costados unas cintas para poderlas anudar detrás de su nuca. A la noche siguiente se acercó al río para encontrarse con las aguas y su nuevo reflejo. Se puso la máscara. Se arrodilló, con el corazón palpitándole de ansiedad y… ¡Oh, qué maravilla, qué belleza! Al fin le gustaba lo que veía; un sentimiento de orgullo y entusiasmo la recorrió. Sonreía mientras feliz, gritaba que su alma estaba pura y bella. Corrió contenta por el bosque, cantando y saltando. Volvió a su casa, entró, buscó a su madre, que se encontraba en la cocina guisando, y desde la puerta gritó:

-Mamá, ¿te gusta?

La madre se volvió y… un espeluznante grito de horror retumbó en la casa, en la aldea, en el bosque y llegó hasta el río. La madre, con una mueca de espanto en su rostro, cayó fulminada de un ataque al corazón. Había visto una calavera, la calavera de la muerte, que le hablaba vestida con la ropa de su hija.

PASEO, Pepa Costa

Resultado de una «triada» es este texto que nos escribió Pepa Costa, titulado PASEO. Una triada es un ejercicio de creación literaria que consiste en que el alumno elige tres palabras (que el profesor ha escrito antes) y, a partir de ellas debe «crear» un texto.

Ella eligió, al azar claro, la triada «botella-misterio-pasear» y este es el resultado

PASEO

El otro día paseaba por la playa; el mar era de un azul intenso, bello, de un color que no me canso de contemplar, que me relaja… «¡Ay, qué felicidad!», -pensaba- «siempre debería ser así».
Caminaba por la orilla y, de pronto vi una botella grande de plástico tumbada; las olas la balanceaban hacia dentro… hacia fuera… Siempre que veo plásticos por la playa siento dolor, sonrojo por lo poco que respetamos el mar, el entorno, el medio ambiente.
Me quedo mirando la dichosa botella. Y algo me llama la atención. Está llena de un líquido que no parece agua. Está bien tapada. «¡Oh! ¿Qué puede ser?» -me pregunto.
Enseguida la imaginación, el misterio, empiezan a fluir en mi cabeza. Me agacho a cogerla; la curiosidad puede conmigo. La cojo, la agito y, de repente, la botella se deshace y todo el líquido se derrama entre mis manos y cae sobre la arena. Asustada echó a correr.

EL CONCIERTO. José Montaner

Resultado del ejercicio «triada» es este texto que escribió José Montaner. Los alumnos debían elegir tres palabras al azar (un sustantivo, una sensación y un verbo) y crear un texto a partir de ellas. La triada de Pepe fue «teclado-ambición-envolver».

EL CONCIERTO

Aquella mañana me levanté con la ambición de crear una pieza musical única, capaz de envolver al público en una melodía inolvidable.
Rápidamente me senté ente el teclado del piano e intenté plasmar en el pentagrama aquellas notas que insistentemente golpeaban mi mente.
Una vez corregida y terminada mi obra, di todos los pasos necesarios para alcanzar el éxito: conseguí la mejor orquesta, busqué la fecha idónea para el estreno, contraté la mejor sala de audiciones, me apoyaron los grandes entendidos del momento, preparé a mis «fans» y toqué todos los resortes propagandísticos.
Llegó el día del estreno. Muy nervioso me senté en mi privilegiada butaca especial. El lleno estaba asegurado. No quedaba ni una sola butaca por ocupar. El local estaba «a tope». El director avanzó con paso decidido por el pasillo central y ocupó su lugar frente a la orquesta. Después de un aplauso unánime se produjo un silencio sepulcral. El director levantó su batuta y, justo en el instante en que daba la entrada a la orquesta, oí la voz de mi mujer que me decía:
-¡Despierta, date prisa en asearte, que tienes que llevar a tus hijos al colegio y ya son las ocho!

LÓGICA Y FILOSOFÍA. José Bolinches

Este poema es de José Bolinches. Bravo por atreverse con la poesía. El tema: sus recuerdos de los años de escuela.

LÓGICA Y FILOSOFÍA

Esperaban expectantes

las notas de la repesca

de lógica y filosofía

aquellos malos estudiantes.

Suspensos había un montón,

el suspense iba creciendo

pues la idea que cundía,

sin vía de solución,

es que todos esperaban

una gran escabechina.

Doña Salomé, de lógica,

se presentó muy ufana

y de pronto exclamó

de la siguiente manera:

“Habrá otra en la facultad

que suspenda más que yo”.

Mas cuando el rostro volvió

allí estaba doña Nati.

Doña Nati, doña Nati,

profe de filosofía

con gran satisfacción,

sin rubor ni miramiento,

esta profe suspendía

a los pocos que aquella aprobó.

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1 comentario en “EL CALCETÍN ROJO y otros cuentos”

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