EL LOBO Y LOS SIETE CABRITILLOS. Hermanos Grimm

EL LOBO Y LOS SIETE CABRITILLOS es un cuento clásico siempre de moda. No puedo imaginar a alguien que no haya leído, escuchado o contado alguna vez este cuento.

Las múltiples versiones

Como en todos los cuentos «populares» se puede encontrar muchas versiones y se puede elegir entre ellas la que (por cualquier motivo) prefieras.

Yo os traigo la de los hermanos Grimm; ellos fueron «recopiladores» de todas estas historias que se contaban a la luz de la chimenea en los días de crudo invierno.

Estoy segura de que en la versión original la desobediencia (y poca inteligencia) de los cabritillos era duramente castigada. Aquí un final feliz redondea una narración bien construida con la muerte de uno de los protagonistas imprescindibles de todo cuento que se precie, «el lobo feroz» que se «cayó al pozo y se ahogó miserablemente«.

Si tenéis algo de curiosidad, podéis leer la versión de CAPERUCITA de los hermanos Grimm y veréis que el final es muy similar al de este cuento; eso de abrir la barriga al lobo y sacar a las víctimas devoradas.

Sobre los autores

Los Hermanos Grimm (Jacob y Wilheim) fueron dos escritores alemanes del siglo XIX que han pasado a la historia de la literatura alemana por sus aportaciones tanto filológicas como cuentísticas.

Se les considera creadores de la filología alemana, tras publicar obras como «Diccionario alemán», «Gramática alemana» y «Mitología alemana».

Fuera de las fronteras de su país son conocidos por sus «Cuentos de la infancia y del hogar«, donde están incluidos títulos tan famosos como LA CENICIENTA, BLANCANIEVES o EL ENANITO SALTARÍN. Todos sus cuentos fueron recogidos de versiones orales, por ello son recopiladores.

Sus primeras versiones son más duras (más reales, habría que decir), decían que sus cuentos «no eran para niños»; pero se vieron obligados a retocar y suavizar muchos de ellos para hacerlos más accesibles al público infantil.

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EL LOBO Y LOS SIETE CABRITILLOS

Había una vezuna cabra que tenía siete cabritos, a los que quería tanto como cualquier madre puede querer a sus hijos. Un día necesitaba ir al bosque a buscar comida, de modo que llamó a sus siete cabritillos y les dijo:

-Queridos hijos, voy a ir al bosque; tened cuidado con el lobo, porque si entrara en casa os comería a todos y no dejaría de vosotros ni un pellejito. A veces el malvado se disfraza, pero podréis reconocerlo por su voz ronca y por sus negras pezuñas.

Los cabritos dijeron:

-Querida mamá, puedes irte tranquila, que nosotros sabremos cuidarnos.

Entonces la madre se despidió con un par de balidos y, tranquilizada, emprendió el camino hacia el bosque.

No había pasado mucho tiempo, cuando alguien llamó a la puerta, diciendo:

-Abrid, queridos hijos, que ha llegado vuestra madre y ha traído comida para todos.

Pero los cabritillos, al oír una voz tan ronca, se dieron cuenta de que era el lobo y exclamaron:

-No abriremos, tú no eres nuestra madre; ella tiene la voz dulce y agradable y la tuya es ronca. Tú eres el lobo.

Entonces el lobo fue en busca de un buhonero y le compró un gran trozo de tiza. Se lo comió y así logró suavizar la voz. Luego volvió otra vez a la casa de los cabritos:-Abrid, hijos queridos, que vuestra madre ha llegado y ha traído comida para todos.

Pero el lobo había apoyado una de sus negras pezuñas en la ventana y los pequeños supieron que no era su madre y exclamaron:-No abriremos; nuestra madre no tiene la pezuña tan negra como tú. Tú eres el lobo.

Entonces el lobo fue a buscar a un panadero y le dijo:

-Me he dado un golpe en la pezuña; úntamela con un poco de masa.

Y cuando el panadero le hubo extendido la masa por la pezuña, se fue corriendo a buscar al molinero y le dijo:

-Échame harina en la pezuña.

El molinero se asustó y le puso la pezuña blanca de harina.

Por tercera vez fue el malvado lobo hasta la casa de los cabritos:

-Abridme, hijitos, que vuestra querida mamá ha vuelto con comida para todos.

Los cabritillos exclamaron:

-Primero enséñanos la pezuña, para asegurarnos de que eres nuestra madre.

Entonces el lobo enseñó su pezuña por la ventana; los cabritos vieron que era blanca y abrieron la puerta. Pero quien entró por ella fue el lobo. Los cabritos se asustaron y corrieron a esconderse. El mayor se metió debajo de la mesa; el segundo, en la cama; el tercero se escondió en la estufa; el cuarto, en la cocina; el quinto, en el armario; el sexto, bajo el fregadero, y el séptimo se metió en la caja del reloj de pared.

Pero el lobo los fue encontrando y devorándolos uno detrás de otro, excepto al pequeño, el que estaba en la caja del reloj.

Una vez que el lobo hubo saciado su apetito, se alejó muy despacio hasta un prado verde, se tendió debajo de un árbol y se quedó dormido.

Muy poco después volvió del bosque la vieja cabra. Pero ¡ay!, ¡qué escena tan dramática apareció ante sus ojos! La puerta abierta de par en par; la mesa, las sillas y los bancos, tirados por el suelo; las mantas y la almohada, arrojadas de la cama, y el fregadero hecho pedazos. Buscó a sus hijos, pero no pudo encontrarlos por ninguna parte. Los llamó a todos por sus nombres, pero nadie respondió. Hasta que, al acercarse donde estaba el más pequeño, pudo oír su melodiosa voz:

-“Mamaíta, estoy metido en la caja del reloj”.

La madre lo sacó de allí y el pequeño le contó lo que había sucedido.

La mamá cabra lloró desconsoladamente por sus pobres hijos.

Luego, muy angustiada, salió de la casa seguida por su hijito. Cuando llegó al prado, encontró al lobo tumbado junto al árbol, roncando tan fuerte que hasta las ramas se estremecían. Lo miró atentamente, de pies a cabeza, y vio que en su abultado vientre, algo se movía y pateaba. «¡Oh Dios mío! -pensó-, ¿será posible que mis hijos vivan todavía?» Entonces mandó al cabrito que fuera a la casa a buscar unas tijeras, aguja e hilo. Luego ella abrió la barriga al monstruo; nada más dar el primer corte, el primer cabrito asomó la cabeza y, a medida que seguía cortando, fueron saliendo los seis cabritillos, que no habían sufrido ningún daño, pues el monstruo, en su excesiva voracidad, se los había tragado enteros. ¡Aquello sí que fue alegría!.

Pero la vieja cabra dijo:

-Ahora id a buscar unos buenos pedruscos. Con ellos llenaremos la barriga de este maldito animal mientras está dormido.

Los siete cabritos trajeron a toda prisa las piedras que pudieron y se las metieron en la barriga al lobo. Luego la mamá cabra cosió el agujero con hilo y aguja, y lo hizo tan bien que el lobo no se dio cuenta de nada, y ni siquiera se movió.

Cuando el lobo se despertó, se levantó y se dispuso a caminar, pero, como las piedras que tenía en la barriga le daban mucha sed, se dirigió hacia un pozo para beber agua. Cuando echó a andar y empezó a moverse, las piedras de su barriga chocaban unas contra otras haciendo mucho ruido. Entonces el lobo exclamó:

-¿Qué es lo que en mi barriga bulle y rebulle?
Seis cabritos creí haber comido,
y en piedras se han convertido.

Al llegar al pozo se inclinó para beber, pero el peso de las piedras lo arrastraron al fondo, ahogándose como un miserable. Cuando los siete cabritos lo vieron, fueron hacia allá corriendo, mientras gritaban:

-¡El lobo ha muerto! ¡El lobo ha muerto!

Y, llenos de alegría, bailaron con su madre alrededor del pozo.

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