¡QUÉ HARTITA ESTOY DEL CONTRALUZ!

¡QUÉ HARTITA ESTOY DEL CONTRALUZ!

En la ducha, me miro las piernas… perfectas, ni un pelillo. Me siento en una terracita a tomar un café y, a contraluz, ¡qué susto! Mañana mismo me depilo.

Saco las copas del lavavajillas. Brillantes. Impolutas. Las llevo al armario y, de camino, aparece el contraluz. ¡Mecachis! ¡Qué gotas!

Cojo el paño del polvo y me acerco a aparador. No, no hace falta que limpie. Nada de polvo. Paso un rato después, cuando el contraluz da de pleno y… !jolines! Debe de hacer un par de años que no quito el polvo de aquí.

Los cristales, el frigorífico, el espejo del baño, las puertas, los azulejos de la cocina…

¡Maldito contraluz!

Me acosa.

Me persigue.

Siento su aliento en mi nuca.

¡Nunca va a parar!

Si no existiera no habría tenido que depilarme, ni secar las copas, ni quitar el polvo, ni limpiar los cristales, ni el frigorífico.

¡Y sería más feliz!

MÁS REFLEXIONES 

2 comentarios en “¡QUÉ HARTITA ESTOY DEL CONTRALUZ!”

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde DIVINAS PALABRAS. Victoria Monera

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

Scroll al inicio