Un minicuento de miedo que nos ha dejado Juan José Millás, un maestro en el minicuento y en el articuento. A mí se me ponen los pelos de punta cada vez que lo leo.
El articuento
Juan José Millás es un escritor español a quien se le considera creador del «articuento». Este nuevo subgénero se define como una composición corta «mitad artículo de prensa mitad cuento«; o sea, un relato donde la opinión sobre un aspecto de la realidad actual se mezcla con la ficción propia de un literato. Esta es mi definición, lo que yo entiendo por «articuento». Millás lo ha creado y desarrollado a la perfección en sus abundantes colaboraciones con la prensa. Me gusta esta novedad; la mezcla que supone y la creatividad que se desarrolla en cada uno de ellos.
Una muestra es este breve relato que se puede calificar de «fantástico», aunque también acepta adjetivos como inquietante, original, extraño, terrorífico. Todos son perfectos para un buen cuento.
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EL MOSCARDÓN
Ella llevaba 10 minutos haciendo cola en la carnicería cuando vio revolotear en torno al dispositivo antiinsectos un moscardón de abdomen metalizado. Empezó a padecer por él, y cuando el animal se posó sobre la armadura de la que colgaban los tubos asesinos, le gritó mentalmente que huyera. El moscardón pareció oírla, pues tras un movimiento de alerta voló en dirección a la salida. Cuando abandonaba el mercado, vio al insecto detenido sobre un número de lotería que colgaba del pecho de un ciego. Lo compró y al día siguiente le tocó una cantidad modesta con la que pudo terminar el mes. Días después, estaba sola en casa, por la tarde, aturdida por haber visto mucho tiempo la televisión, y decidió tomarse una copa de ginebra para aliviar la culpa de no haber limpiado los cristales. Pero no encontró la botella. Solía esconderla en sitios difíciles para que su marido no se enterara de que bebía, y luego, con frecuencia, no se acordaba de dónde la había guardado. Cuando ya empezaba a desesperarse, oyó un zumbido y vio al moscardón posándose sobre aquella radio antigua que no funcionaba. Le dio la vuelta y encontró dentro la botella de ginebra.
A la semana siguiente, al pasar por delante de un bingo, vio al moscardón sobre la gorra del portero. Entró y en media hora ganó 10.000 pesetas. Se gastó la mitad en botellas que escondió por toda la casa. Esa noche colocó un montoncito de basura en un rincón de la cocina, y al poco vio llegar al moscardón, que se posó sobre una monda de naranja. Luego, mientras miraba la tele junto a su marido, el animal permaneció en un pliegue del sofá, desde el que no dejaba de observarla. Al día siguiente, su marido estaba muerto; cuando se lo llevaban, el moscardón salió de la oreja del cadáver y se posó sobre su sillón favorito.