SELECCIÓN DE POEMAS DE ANTONIO MACHADO

Una selección de los diez poemas más significativos para conocer al poeta Antonio Machado, su obra, su estilo y su trayectoria poética.

SELECCIÓN DE POEMAS DE ANTONIO MACHADO

Antonio Machado (1875-1939) es un poeta clásico en la literatura española; uno de los más leídos y posiblemente el más querido. Un hombre cabal y sincero que fue testigo directo de la crisis que envolvió a España a finales del siglo XIX y principios del XX y miembro de la Generación del 98.

Presentamos ahora una selección de diez poemas para conocer a este gran literato; los diez poemas son un exponente de sus etapas poéticas.

Antes o después de leer estos poemas, acércate más al autor en ANTONIO MACHADO. Vida, estilo, trayectoria poética y trascendencia.

10 POEMAS DE ANTONIO MACHADO

Estos diez poemas pretenden ser una breve pero profunda aproximación a la figura del poeta andaluz.. Son muestra de su claro y conciso estilo, tan sobrio como las tierras sorianas que plasmó en sus poemas. Son muestra de su amor hacia Leonor, su esposa. Son muestra de los símbolos que envolvieron su obra: los sueños, la infancia, la fuente… Son muestra de las diferentes etapas por las que fue pasando su obra, siempre paralelas a su vida. Son muestra de su amor y dolor por España y su gente. Son muestra de un gran poeta.

ORILLAS DEL DUERO

Está incluido en Soledades, galerías y otros poemas (1907). Refleja un primer contacto con la tierra castellana, tema que será esencial en su siguiente etapa con Campos de Castilla. El poeta expresa la admiración que sintió por el paisaje de Castilla; esa belleza lo arrebata hasta llevarlo al bonito verso final «Hermosa tierra de España».

ORILLAS DEL DUERO

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario;
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.

Entre las hierbas, alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía;
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!

ANOCHE CUANDO DORMÍA

También incluido en Soledades, galerías y otros poemas (1907). Un poema hondo, intenso y bello donde se aprecia el estilo simbolista mezclado con elementos de Bécquer. La expresión de un sueño como una búsqueda de la felicidad a través de una fontana, una colmena y el sol, tres elementos básicos de la naturaleza.

ANOCHE CUANDO DORMÍA

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.

Di: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;

y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un sol ardiente lucía
dentro de mi corazón.

Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

LAS MOSCAS

“Las moscas” es un poema publicado en el libro Soledades, galerías y otros poemas (1907). Se encuentra en la sección llamada “Humorismos, fantasías, apuntes”. Este insecto tan familiar sirve al autor para evocar las cosas cotidianas.

LAS MOSCAS

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,

—que todo es volar— sonoras,
rebotando en los cristales
en los días otoñales…

Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,

que da en no creer en nada,
de siempre… Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:

yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

PROVERBIOS Y CANTARES

Los Proverbios y cantares son cincuenta y tres poemillas, cortos, filosóficos y morales más que liricos. Los veintiséis primeros, el cincuenta y uno y el cincuenta y dos fueron publicados en Campos de Castilla (1912); el resto posteriormente en Baeza (1913). Tenemos aquí tres muestras. El primer es posiblemente el poema más conocido y repetido por los españoles. Machado usa el tópico “el camino” como el devenir humano.

XXIX

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

XXI

Ayer soñé que veía 
a Dios y que a Dios hablaba; 
y soñé que Dios me oía… 
Después soñé que soñaba.

XXIII

No extrañéis, dulces amigos, 
que esté mi frente arrugada; 
yo vivo en paz con los hombres 
y en guerra con mis entrañas.

RETRATO

Este “Retrato” inicia Campos de Castilla (1912). Machado lo escribió en 1906 y en él nos cuenta su vida, sus ideas y sus gustos literarios. Es un poema sencillo que define a Machado de forma sincera y clara, sin adornos (realmente tal y como él era). Perfecto para acercarse a la figura del poeta andaluz. El poema está compuesto de nueve cuartetos con versos alejandrinos y rima alterna.

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; me debéis cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

A UN OLMO SECO

En 1912 aparece Campos de Castilla, obra donde se incluye este poema. Poema lleno de símbolos y uno de los más bellos y conocidos del autor. “La primavera” se representa aquí con esa rama verdecida que brota en el “olmo viejo”. El “milagro” es el símbolo de la esperanza de que su esposa Leonor mejorara de su grave enfermedad (de la que moriría después de solo tres años de matrimonio). Atención especial a la belleza de los adjetivos (“viejo, centenario, carcomido, polvoriento…”) que elige Antonio Machado; también a la presencia del color “verde, amarillento, blanquecino…”), básico en su obra.

AL UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

LA SAETA

“La saeta” pertenece también a Campos de Castilla (1912). Se inspira en el género musical de la saeta, canto popular típico de la Semana Santa en Andalucía. Machado fue un hombre con profundas inquietudes religiosas; en este poema rechaza al “Jesús del madero” (símbolo de esa religión que ciega al pueblo y no lo deja prosperar) y prefiere al “que anduvo en la mar”.

LA SAETA

Dijo una voz popular:
«¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?»

Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos
siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar.
Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz.

Cantar de la tierra mía
que echa flores
al Jesús de la agonía
y es la fe de mis mayores
!Oh, no eres tú mi cantar
no puedo cantar, ni quiero
a este Jesús del madero
sino al que anduvo en la mar! 

ERA UN NIÑO QUE SOÑABA

“Era un niño que soñaba” se publicó en Campos de Castilla (1912), en la parte titulada “Parábolas”. Es justamente eso, una parábola sobre la vida humana (niño, mozo, viejo). Otra vez el símbolo de los sueños que tanto usó Machado.

ERA UN NIÑO QUE SOÑABA

Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.

Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
por la crin lo cogía…
‘¡Ahora no te escaparás!’

Apenas lo hubo cogido
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
El caballito voló.

Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.

Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a la amada le decía:
‘¡Tú eres de verdad o no?’

Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad’.

Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ‘¿Tú eres sueño?’
¡Quién sabe si despertó!

CANCIONES A GUIOMAR

“Canciones a Guiomar” está incluido en el libro Poesías completas, en la sección “Cancionero apócrifo”. Cada poema está enumerado. Durante mucho tiempo se pensó que Guiomar era una imagen ficticia; ahora se piensa que Guiomar fue el apodo que Machado usó para referirse a Pilar de Valderrama (mira VIDA de Antonio Machado). Leemos aquí la número uno.

CANCIONES A GUIOMAR

No sabía
si era un limón amarillo
lo que tu mano tenía,
o el hilo de un claro día,
Guiomar, en dorado ovillo.
Tu boca me sonreía.
Yo pregunté: ¿Qué me ofreces?
¿Tiempo en fruto, que tu mano
eligió entre madureces
de tu huerta?
Tiempo vano
de una bella tarde yerta?
¿Dorada esencia encantada?
¿Copla en el agua dormida?
¿De monte en monte encendida,
la alborada
verdadera?
¿Rompe en sus turbios espejos
amor la devanadera
de sus crepúsculos viejos?

EL CRIMEN FUE EN GRANADA (fragmento)

Se cierra la selección con una muestra de la poesía final de Antonio Machado (recordemos que murió en 1939). El poema se publicó en 1937 en una revista y luego apareció en su libro La guerra. Narra el fusilamiento del también poeta andaluz Federico García Lorca en 1936.

EL CRIMEN

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-.
… Que fue en Granada el crimen sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada…

Otro poema de Antoni Machado DORMIRÁS MUCHAS HORAS TODAVÍA

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